En los últimos años, el concepto de "buena
comida" ha cambiado plenamente. Ya no es la cantidad lo que cuenta, sino
la calidad de los alimentos, así como la mezcla de sabores y textura de los
mismos.
Ahora bien, hemos de remontarnos a la
Revolución Francesa para conocer el verdadero origen de esta nueva cocina.

La cocina francesa es la piedra angular para la
mayoría de los historiadores y el principio de las modalidades modernas de
cocina en el mundo occidental.
El trabajo del francés Taillevent, fue un trabajo
típico de los chefs medievales. Las comidas eran apuresadas y las carnes
aplastadas en una forma grotesca, y posteriormente servidas con espesas salsas
sin ningún sabor definido.
Los chefs italianos comenzaron a usar trozos enteros
de carnes en los años 1500, estos chefs en una forma muy creativa empezaron a
combinar frutas y vegetales y a experimentar con productos de pastelería.
Fue el matrimonio de Catalina de Médicis con Enrique
II de Francia lo que trajo cocineros italianos a Francia y
así el refinamiento de estos cocineros fue la base del cambio en la
cocina francesa.
A mediados de los años 1600 la cocina francesa se
aleja de los pesados banquetes y del uso indiscriminado de las especias y
empieza a notarse una preocupación por el equilibrio y la armonía en las
comidas.
El Siglo XX trajo consigo tremendos cambios en los
combustibles y equipos disponibles para la preparación de las comidas.
La cocina moderna que conocemos
actualmente, en el siglo XXI, dista considerablemente de la tradicional en
muchos aspectos, pero sigue conservando la esencia.
La cocina tradicional, la de toda la vida, se ciñe
mucho más al sabor de los alimentos, a las cocciones lentas y a los platos muy
contundentes.
Sin embargo, la cocina moderna trata mucho más la
estética de los platos, pone a prueba las nuevas técnicas y es capaz de crear
platos que hace tiempo nunca se hubieran pensado.
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